“Esta
ley no podrá ser derogada, modificada ni enmendada, por los siglos de los
siglos”
Y por ello la ley siempre regía porque no
podía ser modificada sin contravenirla. Este circulo vicioso es muy peligroso.
Porque llega un día, antes o después, en que la ciudadanía cuestiona esa ley y
pretende cambiarla, generándose un grave conflicto político. La humanidad ha
vivido esa situación reiteradamente en los últimos 3 siglos.
Básicamente hay dos maneras de romper ese
círculo vicioso: mal (las más de las veces) y bien. La forma inadecuada de
resolver este impasse consiste en que
el poder se enroque, y aplique la ley independientemente de la voluntad de la
población aduciendo que es la ley y que hay que cumplirla. Las consecuencias
son siempre desastrosas. En ocasiones la ciudadanía vive infeliz e insatisfecha
durante generaciones, lo que constituye en sí mismo la sinrazón de un Estado,
un ente complejo que pretende (asumo) la vida comunitaria en paz, bienestar y
armonía. En otras ocasiones la ciudadanía se rebela y explotan revoluciones,
saltos en el vacío de la alegalidad, para deshacerse del gobierno tirano y cambiar
las leyes indeseadas. Aun en el caso de que al final la revolución consiga objetivos deseables,
el resultado de la misma nunca será plenamente feliz, porque las revoluciones
hacen saltar por los aires la convivencia (al menos temporalmente) y se saldan
con muerte, sufrimiento y, a menudo, guerra. La gran Revolución Francesa, a la
que tanto debe la humanidad, fue un auténtico baño de sangre, violencia y
destrucción.
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Actuación policial durante el fallido referéndum del 1 de Octubre |
Y, ¿cuál es la solución buena? La respuesta
es sencilla, la democracia. Y este es el tema que me ha traído aquí. Cuando la
población, una parte mayor o menor (no lo sabemos a ciencia cierta), se opone a
la legalidad establecida como ocurre actualmente en Cataluña, la única solución
posible es la democracia. En el debate que hace unos años nos ocupa, y que
estas últimas semanas nos preocupa, se oye a menudo por parte del gobierno y
los partidos que lo sustentan (incluyendo el PSOE) un argumento absolutamente
falaz: que la democracia no es tal sin el respeto escrupuloso de la ley.
Precisamente, la democracia es una herramienta para decidir las leyes, para cambiar
las leyes. Ese es el espíritu de la democracia, que la ciudadanía decide sus
leyes y cambia las que no le gustan. Por eso, si el sistema político no deja
cambiar las leyes con facilidad a voluntad de la ciudadanía, se opone a la
democracia, o sea, no es un sistema democrático.
Tenemos una Constitución a la que recurren el
gobierno y sus acólitos para no cambiar nada. En estos últimos años he oído dos
tipos de argumentos por los que la Constitución impide un referéndum en
Cataluña. Por un lado, el más manido es que el artículo
2 de la Constitución proclama ”la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e
indivisible de todos los españoles” por lo que tan solo plantear un referéndum
que cuestione esa unidad es ilegal. No puedo sino disentir: precisamente se
plantean los referéndums (referenda
si usáramos la locución latina) para cambiar la legalidad, no puede ser ilegal
plantear un referéndum en ninguna circunstancia, porque es la máxima expresión
de la democracia.
Se dice que hay mecanismos reglados para
modificar la Constitución y es cierto. Todo el título X de la constitución de
1978 esta dedicado precisamente a eso. Y en ese título, se otorga un
protagonismo hegemónico a las cortes en cualquier posible reforma de la
constitución. Tras el trabajo de las cortes y la aprobación del texto
reformado, solo tras ese paso, se cita un referéndum como medio para aprobar la
nueva constitución. Es decir, son nuestros representantes políticos quienes nos
proponen algo cerrado y acordado entre ellos, para que simplemente demos
nuestro visto bueno o lo neguemos.
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Manifestación pro-unionista del 8 de Octubre |
He buscado la palabra “referéndum” en el
texto de la Constitución Española de 1978 y sólo aparece, precisamente, en
relación con la modificación de la Constitución (Título X) y de los Estatutos
de Autonomía (Capítulo 3). Pero, el Capítulo 2, en su artículo 92.1 dice:
Las decisiones políticas de
especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos
Lo que permite, obliga a nuestros gobernantes,
a consultarnos “decisiones políticas de especial trascendencia”. Y la que nos ocupa, todos sabemos que lo es.
La democracia directa está contemplada por la Constitución que nuestros
gobernantes arguyen que les impide convocar un referéndum. El referéndum, por
tanto, no es ilegal, simplemente el gobierno y muchos otros agentes sociales y
económicos, no quiere consultarnos, nos sustraen un derecho constitucional por
una cuestión político-ideológica.
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Manifestación pro-referendum |
Y vamos con el segundo gran argumento en
contra del referéndum de independencia en Cataluña. Precisamente tiene que ver
con la negrita (que es mía) del artículo 92.1 que he mencionado más arriba. No
se puede convocar un referéndum en Cataluña porque el referéndum debe de
incluir a “todos los ciudadanos”. Incluso se oye aquello de que, un referéndum
sólo a los catalanes supone una vulneración de los derechos de los no
catalanes, que no opinarían. En este sentido, el argumento se puede volver en
contra: si no se consulta a los catalanes se les sustrae su derecho a opinar y
decidir su futuro.
Adelante, aceptemos el artículo 92.1 de la
constitución, señoras y señores, hagamos como dice la carga magna y votemos
todos los españoles. Pero ¿cómo leeremos después el resultado del referéndum?. Me temo que lo haremos en los términos que queramos cada uno. Y sin embargo yo solo veo dos posibles lecturas. Podemos
secuestrar la voluntad del pueblo catalán e imponerles el destino que los
españoles no catalanes (que somos amplia mayoría) decidamos. O podemos leer el
resultado del referéndum entre los catalanes y reconocer que no podemos decidir
su futuro sin ellos o en contra de su propia voluntad. Ya escribí sobre esto no hace mucho.
Mi propuesta es muy sencilla. En lugar de
intentar convencer a los ciudadanos de
Cataluña de que no tienen derecho a decidir su futuro, de que no pueden
votar si se quedan o se van, convenzámosles de que se queden, seduzcámoslos en
lugar de forzarlos. En mi vida personal, en mi relación con mis pares, no
contemplo otro supuesto que éste. En la vida política de mi país, tampoco.